sábado, 2 de junio de 2012

Quiero el Divorcio




Las emociones son reacciones subjetivas al ambiente que van acompañadas por respuestas neuronales y hormonales. Generalmente se experimentan como agradables o desagradables y se consideran reacciones adaptativas que afectan nuestra manera de pensar.
Muchos hombres y mujeres al estar expuestos a diversas experiencias y vivencias en el trabajo, la oficina y el diario vivir generan necesidades y vacios de afecto, que aun cuando lo tengan en su propio hogar, no se dan cuenta de ello, pues el habito y la costumbre rompe con el estimulo de lo novedoso y lo emocionante.

Desde tiempos antiguos el hombre siempre ha tenido emociones asociadas a las pasiones. Estas experiencias agradables se manifiestan como una forma de establecer un ciclo de satisfacción o gozo, pero también cuando las experiencias se tornan desagradables, entonces se asociaran con el aburrimiento, la fatiga y la pérdida del deseo.

Estas manifestaciones en las relaciones de pareja están íntimamente asociadas al miedo y al temor….miedo a expresar y ser tal cual son, porque pensaran que serán criticados o expuestos al criterio de la pareja, lo que a su vez les genera ansiedad. Estas también son emociones que deben ser bien observadas en las parejas para que puedan ser más expresivas, en todas las aéreas de la relación sin el miedo que genera el ser claro en sus pensamientos y convicciones. La aceptación y la ansiedad desaparecerán cuando existe claridad, honestidad y pasión.

Toda esta amplia gama de manifestaciones emocionales en las relaciones con la pareja también son aprendidas por los hijos, quienes observan y aprenden de lo que hacen y practican sus propios padres. De allí surge la teoría del aprendizaje.
Veremos ahora un ejemplo de la vida real, que les permitirá sentir muchas emociones y tal vez se identifiquen con sus propias experiencias.


Llegando a las emociones 

“Cuando llegue a casa esa noche mientras mi esposa servía la cena, la tome de la mano y le dije: tengo algo que decirte. Solo se sentó a comer en silencio. Yo podía observar el dolor en sus ojos. De pronto ya no sabía cómo abrir mi boca. Pero tenía que decirle lo que pensaba.
Quiero el divorcio...le dije lo más suave que pude.

Mis palabras parecieron no molestarle. Al contrario, muy tranquilamente me pregunto, ¿por qué?

Evite su pregunta con mi silencio, esto le hizo enfurecer. Tiro los utensilios y me grito, ¡no pareces hombre! Esa noche, ya no hablamos más. Ella lloraba en silencio. Yo sabía que quería saber que le había pasado a nuestro matrimonio. Pero yo no hubiera podido darle una respuesta satisfactoria. Mi corazón ahora le pertenecía a Eloísa. Ya no la amaba, solo me daba lástima.

Con un gran sentido de culpa, redacte un acuerdo de divorcio en
el que le daba nuestra casa, nuestro auto y un 30% de las acciones de mi empresa.

Después de leerlo ella lo rompió en pedazos. La mujer que había estado diez años de su vida conmigo ahora era una extraña. Me sentí mal por todo ese tiempo y energía que desperdicio conmigo. Todo eso que yo nunca le podría reponer. Pero ahora ya no había marcha atrás, yo amaba a Eloísa. 
Por fin mi esposa soltó el llanto frente a mí, eso era lo que yo esperaba desde el principio. Verla llorar me tranquilizaba un poco, ya que la idea del divorcio que me preocupaba tanto ahora era más clara que nunca. 

El siguiente día, llegue a casa muy tarde y ella estaba en la mesa escribiendo algo. Yo no había cenado, había pasado un día muy intenso con Eloísa y tenía más sueño que hambre y mejor me retire a dormir.

Desperté en la madrugada, ella todavía estaba escribiendo. La verdad no me importo y solo
me acomode de nuevo en cama y seguí durmiendo.

En la mañana me presento sus condiciones para aceptar divorciarse: No quería nada de mí, pero necesitaba un mes antes de firmar el divorcio, me pidió que en ese mes tratáramos de vivir una vida lo más normal posible. Sus razones eran simples: nuestro hijo tenía unos exámenes muy importantes en este mes y no lo quería mortificar con la noticia del matrimonio frustrado de sus padres.

Esto era algo en lo que yo también estaba de acuerdo. Pero había más, me pidió que me acordara como la ca
rgue el día de nuestra boda.

Quería que cada día de este mes, la cargara de nuestro cuarto hasta la puerta de la casa... pensé que se estaba volviendo loca. Pero decidí aceptar este raro requisito con tal de que este mes pasara sin más peleas o malos momentos.

Le platique a Eloísa de las condiciones que puso mi esposa...se rio bastante y pensó que era muy absurdo. Dijo en tono burlón: no importa los trucos que se invente, tiene que aceptar la realidad que se van a divorciar.

Desde que le exprese mis intenciones de divorcio
mi esposa y yo no teníamos ningún contacto íntimo. El primer día que la cargue se me hizo un poco difícil. Nuestro hijo nos vio y aplaudió de felicidad al vernos y dijo, papa me da gusto que quieras mucho a mi mama. Sus palabras me causaron un poco de dolor. Desde nuestra habitación hasta la puerta de enfrente camine como diez metros con ella en mis brazos. Ella cerró sus ojos y me dijo al oído que no le dijera al niño del divorcio. Me sentí muy incomodo, la baje y ella camino a tomar el autobús para ir a trabajar. Yo maneje solo a mi trabajo.

El segundo día fue un poco más fácil. Ella se recargo ligeramente en mi pecho. Podía oler la fragancia de su blusa. Me di cuenta que desde hace tiempo no le había puesto mucha atención a esta mujer. Me di cuenta que ya no era tan joven, había un poco de arrugas en su cara, su pelo ya mostraba canas. Ese era el precio de nuestro matrimonio. Por un minuto me pregunte que si yo era el responsable de esto.

A el cuarto día, cuando la
cargue. Sentí que regresaba un poco de intimidad. Esta era la mujer que me había dado diez años de su vida.

El quinto y sexto día, me di cuenta que el sentimiento crecía otra vez. No le platique nada de esto a Eloísa. Conforme los días pasaban se me hacía más fácil cargarla. Quizás el ejercicio de hacerlo me estaba haciendo más fuerte.

Una mañana le vi que estaba buscando un vestido para ponerse, pero no encontraba nada que le quedaba. Solo suspiro y dijo, todos mis vestidos me quedan grandes. Es ahí donde me di
cuenta que por eso se me hacía muy fácil cargarla. Estaba perdiendo mucho peso, estaba muy pero muy delgada.

De repente entendí la razón...estaba sumergida en tanto dolor y amargura en su corazón. Inconscientemente le toque la frente.

Nuestro hijo entro en ese momento y dijo, Papá es tiempo que cargues a mamá. El ver a su papá cargar a su mamá todos los días se le había hecho costumbre. Mi esposa le dio un fuerte abrazo. Yo mejor mire hacia otro lado por temor a que esta conmovedora imagen me hiciera cambiar de planes. Entonces la cargue
, y empecé a caminar hacia la puerta, su mano acaricio mi cuello, y yo la apreté fuerte con mis brazos, justo como el día que nos casamos.

Pero su estado físico me causo tristeza. Ese día, cuando la cargue sentí que no me podía ni mover. Nuestro hijo ya se había ido a la escuela. La abrasé fuerte y le dije, nunca me di cuenta que a nuestra vida le hacía falta algo así.

Me fui a trabajar...salte fuera de mi auto sin poner llave a la puerta. Temía que cualquier momento podría cambiar de opinión...subí las escaleras, Eloísa abrió la puerta y le dije, Lo siento mucho pero ya no me voy a divorciar.

No podía creer lo que le estaba
diciendo, hasta me toco la frente y me pregunto si tenía fiebre. Quite su mano de mi frente y le dije de nuevo. Lo siento Eloísa, ya no me voy a divorciar. Mi matrimonio era muy aburrido porque ni ella ni yo supimos apreciar los pequeños detalles de nuestras vidas. No porque ya no nos amaramos. Ahora me doy cuenta que cuando nos casamos y la cargue por primera vez esa responsabilidad es mía hasta que la muerte nos separe.

Eloísa en este momento salió del shock y me dio una fuerte bofetada, y llorando cerro su puerta. Corriendo
baje las escaleras y me fui de ahí.

Pare en una florería, ordene un bonito ramo para mi esposa. La chica me pregunto que le ponía a la tarjeta. Sonreí y escribí, " siempre te llevare en mis brazos hasta que la muerte nos separe"

Esa noche cuando llegue a casa, con las flores en mis manos y una sonrisa en mi cara, subí a nuestro cuarto...solo para encontrar a mi esposa en su cama...había fallecido...Había callado su enfermedad que la consumía por mucho tiempo sin decirme nada...

Los pequeños detalles son los que en verdad importan en una relación, esto se adquiere cuando las personas logran alcanzar una maduración y educación emocional. Cuando usted ha logrado superar esos miedos y temores a ser claro, honesto y a establecer una relación sin tapujos ni mentiras, estará en un gran proceso de maduración emocional. No es la gran casa, el carro del año, las propiedades o el dinero en el banco. Estos crean una comodidad pero a la vez un falso sentido de felicidad que no lo es todo. Por lo que muchas mujeres se dejan atraer y al tiempo se dan cuenta y van incrementando ese vacío y esa necesidad de afecto que ninguna cantidad de dinero puede satisfacer.

Lamentablemente son muchos los hombres que utilizan estas tácticas de conquista hacia la mujer…generando una educación desestructurada en las motivaciones e intereses genuinos en las mujeres. Estos son hombres con escasas capacidades emocionales para conquistar a una mujer o tienen serios problemas de ajuste emocional para ello, por lo que utilizan entonces su posición social, económica o política para obtener lo que desean de una mujer.

La educación de las emociones le permitirá y ayudara a tener más y mejor tiempo para ser el amigo de tu esposo o esposa, y le permite también enseñarle que debe tomarse todo el tiempo necesario para crear esos pequeños detalles que hacen la gran diferencia. Que tengan un feliz matrimonio.